En
1984 el Athletic ganaba su última liga hasta la fecha. Entonces, sus
perseguidores en la clasificación fueron Real Madrid, Barcelona y Atlético.
Cuatro conjuntos históricos — los grandes por excelencia— que hoy, 30 años
después, y por sexta jornada consecutiva, repiten en los primeros puestos.
Estamos en 2014, el futuro que nos prometieron ya está aquí, y el orden puede
haber cambiado, pero la esencia y la cabeza de la tabla sigue estando formada
por aquellos que sentaron las bases de la competición. El mundo ya no es el
mismo que en los albores de la Liga y cada uno de los cuatro eligió su camino
tiempo atrás. Algunos, como el Atlético, han tenido que pasar varias veces por
el infierno de la Segunda División; otros, como Barça y Madrid, hicieron del
dinero su patrón y del fútbol un negocio para evitar sobresaltos. Escogieron
el camino fácil, la gloria en Europa. Los corazones en ruinas. Finalmente, está
el Athletic que decidió no vender su alma. Pelear entre tiburones con orgullo y
cantera. Ser fiel a su escudo cuando otros lo olvidaban. Y nunca rendirse.
Cuando parecía imposible, la vida ha vuelto a reunir a los cuatro en un último
llamado a las raíces de nuestro fútbol. Curiosamente, en el momento en el que
San Mamés, que todo lo ha visto y vivido, se reconstruye. Hemos llegado al
principio del camino con historias distintas en la memoria. Recuerdos, de los
que solo hay uno que pueda sentirse completamente orgulloso. Ese que siempre ha
sido diferente al resto. Y que nunca ha fracasado. Todos sabemos de quién hablo.
Le falta
una grada, pero le sobran ganas de ser leyenda. Hay campos, ciudades, equipos,
destinados a hacer historia. Pasa en Bilbao. Las carencias se convierten en
virtudes. La calidad se compensa con espíritu. Y las paredes, se levantan con
orgullo. Por el hueco del nuevo estadio entra hoy el viento de las crónicas que
comienzan. Las promesas de triunfos extraordinarios, de emociones. De finales
heroicos, si es que llegan. Cuando esté terminado en San Mamés temblarán las
banderas de los equipos del mundo. Se contemplará un asalto a Europa sin
concesiones desde las raíces del fútbol, y se enviará una carta de amor con la
inocencia de un espíritu incorrupto. Para los incrédulos. El guión se escribe
solo cuando sobra el material para cimientos. Y en La Catedral, la nueva,
tampoco faltan constructores. Ni artistas que graben su nombre con letras de
poesía. Para que al Athletic nunca lo intente borrar el tiempo.
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